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Entrevistamos al talentoso Ariel Olivetti

Pude darle un gusto a mi niño interior y entrevisté al talentoso Ariel Olivetti. Efectivamente como un niño, no pude evitar sentirme intimidado por tener del otro lado del teléfono a una suerte de superhéroe. No te pierdas la entrevista. 

La trayectoria de un consagrado 

Ariel Olivetti es uno de los grandes artistas argentinos consagrados de nuestro tiempo. Cuenta con más de 30 años de trayectoria como dibujante de cómics e ilustrador y una probada experiencia en distintos estilos y técnicas. Comenzó publicando a nivel local en Fierro, Revista Skorpio e incluso fue uno de los artistas que dieron nacimiento a Cazador. A principio de los 90, Marvel fichó su talento y al poco tiempo DC hizo lo mismo. Desde entonces ha participado en un sinfín de celebres publicaciones para ambas editoriales. DarkhorseValiantSideshow y Upper Deck poco a poco se unieron a la lista de prestigiosas editoriales que han contado con arte. 

La entrevista 

De estilo directo, sencillo, con el aplomo que dan la experiencia, el genio y la trayectoria, Ariel hizo una pausa en su agenda diaria y nos permitió realizarle algunas preguntas. Hablamos sobre sus comienzos, sobre cómo el cambio tecnológico ha impactado en la forma en que se hace su trabajo y sobre los distintos aprendizajes que hubo de realizar desde entonces. También conversamos sobre ICH, su última obra junto a Luciano Saracino: una maravilla que se permite pensar y sentir al cómic desde una mirada latinoamericana. Conversamos además sobre cómo la revolución digital efectivamente democratiza las posibilidades de acceder a formación y obtener trabajo en la industria.  

  

 

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El Cómic, la expansión de su público y el semillero nacional

El Cómic se ha revestido frente al gran público de un prestigio que debería servirle para expandir su base. A continuación, las razones que nos permiten augurar que ello sucederá.

En primera persona

Mi temprana infancia transcurrió en un pequeño pueblo de cordillera en la Patagonia. El frío inclemente en invierno favorecía las actividades puertas adentro y antes de estar escolarizado ya ansiaba poder leer. Tuve la fortuna de que mi tío trabaja en una editorial en Buenos Aires. Como un desafío al tiempo y el espacio, sus encomiendas transitaban miles de kilómetros para llegar hasta Perito Moreno, Santa Cruz, y dejar una huella significativa en mí hasta el día de hoy. Siento en la evocación el placer infantil que me hacía temblar cuando mi madre abría las cajas y me presentaba el nuevo material. Colecciones enteras de libros «para niños» con tapa dura y excelentes encuadernaciones. Fábulas, «divulgación científica» adaptada a un público jóven y, por supuesto, ¡relatos en forma de historietas!

Me inicié en la lectura en el goce del arte secuencial, en la sucesión de imágenes y textos. Disfrutaba de los distintos relatos y narraciones, en una lectura que quizás no se caracterizaba por ser rápida pero que sin dudas era analítica. Con el correr de los años, mis lecturas se fueron diversificando y por algún motivo dejé rezagadas a las historietas y al cómic. Hoy, que me reencuentro con él, indago sobre su naturaleza, su adopción y sus posibilidades.

El cómic da pelea

Gracias a la creciente adaptación cinematográfica y televisiva de la frondosa producción norteamericana, el cómic se encuentra en un momento de gran reconocimiento como usina de grandes historias y personajes. Sin embargo, la llegada al gran público de personajes e relatos originarios del cómic no se tradujo en un incremento exponencial del consumo de ese medio. En consecuencia, el gap entre quienes consumen adaptaciones cinematográficas de cómic y aquellos que efectivamente leen cómic se ha acrecentado. Quizás sólo sea cuestión de tiempo. Quizás eventualmente estas masas tengan la posibilidad de enamorarse de un medio con brillo propio y razón de ser. O de reencontrarse con él, como parece ser mi caso.

Exceptuando a los círculos de adeptos, en nuestro país más que en otros, el Cómic es depositario de ciertos prejuicios. No son necesariamente peyorativos, pero obstaculizan su expansión y adopción. Por un lado, se lo percibe como un medio orientado a un público objetivo infantil o juvenil, no lector. Desde esta perspectiva, quien consume cómic no es un lector. Es un proto-lector.

Por otro lado, su condición de «popular», duda de su condición de arte, proponiéndolo como forma de entretenimiento. Lo úbica como una expresión sub-cultural y primitiva. Lo subordina a la literatura primero y al cine después. A la literatura por ser una forma simplificada que descansa en las imágenes y recurre a menos palabras y recursos linguísticos que la literatura. Según esta perspectiva, el cómic disimula la falta de potencia poética y narrativa del autor con imágenes. Pero las culpas no sólo recaen del lado del autor. Sospecha además débiles competencias lectoras por parte de quien lo consume.
Por su parte, la supuesta subordinación del cómic al cine estaría dada por la afirmación de que el mismo es un guión gráfico, no más. Es la evidencia de un movimiento interrumpido por la falta de recursos materiales para traducirse en la «expresión acabada de lo que busca ser, que es cine, movimiento.»

Un amor no correspondido (por lo menos hasta ahora)

A nivel académico, el cómic tampoco ha merecido un abordaje serio como el que tienen otros fenómenos artísticos y comunicacionales modernos. En parte, esto es consecuencia de los prejuicios señalados. Pero también es a causa de la indefinición epistemológica del cómic como objeto de estudio. No existe un ámbito disciplinar claramente definido desde el cual abordar la investigación del cómic. Pueden hacerlo las Bellas Artes, los Estudios de Comunicación, la Filología, la sociología, la antropología o la Historia. El problema es que pareciera no haber habido, hasta el momento, un abordaje serio en torno al fenómeno cultural y artístico que es en sí.

Por suerte, de a poco emergen voces que amparadas en instituciones científicas afirman que pese a los prejuicios señalados, la lectura de cómics o de narrativa secuencial es beneficiosa para el desarrollo de importantes habilidades. Esto es así porque dicha lectura facilita una suerte de alfabetismo multimodal (multimodal literacy en la bibliografía en inglés). El lector del cómic debe procesar componentes visuales, espaciales y textuales e integrarlos en una construcción hermeneuta del relato.

Por otro lado, es indiscutible el aporte que el cómic ha hecho desde siempre a la divulgación científica, más allá de que la misma siempre esté atravesada de elementos de fantasía. El juego entre ficción y ciencia, en una combinación que evoca al realismo mágico con el que suele caracterizarse a la literatura latinoamericana, es un lugar común en el comic. ¿La consecuencia? La estimulación de la imaginación en torno a la física, la química, la astronomía y la tecnología en general. Y la emergencia de preguntas. No pocas vocaciones científicas deben parte de su razón de ser a la lectura de cómics.

Una oportunidad: diversificar los géneros

Uno de los aspectos que puede sesgar el interés en el cómic, la historieta o la novela gráfica es la primacía del género de aventuras (superhéroes), al punto que casi son percibidos como lo mismo. No me encuentro entre quienes se quejan de esta hegemonía, pero sí entre quienes celebran que otro tipo de historias sean narradas utilizando los mismos recursos.
Hay esfuerzos interesantísimos en ese sentido que merecen ser conocidos. Novelas gráficas como El Principito, y El general San Martín, el cómic sobre nuestro prócer, ambos publicados por Ovni Press, son sólo unos pocos referentes en ese sentido. La serie La historieta argentina por Felipe Pigna, posterior en el tiempo a El General San Martín, evidencia el reconocimiento de la potencia del cómic para contar historias, en la doble acepción de la palabra. También reconoce la existencia de un mercado para ello.

Pero volviendo al género estelar del medio, también me produce una profunda alegría que no escaseen los esfuerzos por pensar el cómic de superhéroes desde lo local, desde la argentinidad. Se afirma en esa senda Capitán Ediciones con esa suerte de Avengers o Liga de la Justicia local que son los Libertadores, un intento por consolidar un universo ampliado de héroes. Bajo el sello de Capitán Ediciones también se recuperó al célebre Caballero Rojo, con más de 20 años de vida.

Nuestro granito de arena

Las referencias señaladas no agotan para nada la multiplicidad de producciones locales recientes. Por otro lado, no busco pecar de ignorante y desconocer a grandes referentes históricos nacionales. Ahí están El Eternauta, Gilgamesh el Inmortal, El loco Chávez, Cazador, Paturuzú o la mismisima Mafalda.

Sin embargo, si hay algo que a uno le queda claro al visitar eventos como el Comic Con es que nuestro país cuenta hoy con una gran cantidad de artistas por ser descubiertos. Muchos de ellos trabajan para los grandes de la industria, como Marvel, DC o Disney. Sólo logramos visualizar su talento cuando sus trabajos viajan de regreso a nuestro mercado, mediado por aquellos. Creo que debemos festejar los intentos por nacionalizar estos talentos. Cómo mínimo nos merecemos a la tarea de reconocerlos. En consecuencia, nuestra propuesta será acercarles siempre que pueda información del cómic en general y de nuestros artistas en particular, sin dejar de permitirme realizar alguna sugerencia o recomendación.

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The Umbrella Academy (2019) – Review sin spoilers

Una vez más, Netflix incursiona en el mundo de los comics. Ésta vez para traernos The Umbrella Academy, una serie novedosa basada en el comic homonimo de Gerald Way, publicado desde el 2007.

La premisa nos dice que la serie trata de una familia de superheroes disfuncional, que estuvieron separados por muchos años, hasta que la muerte de su padre adoptivo los vuelve a reunir y deben enfrentar la amenaza del apocalipsis.

Suena ambicioso, pero la verdad es que está muy bien llevada a lo largo de sus 10 episodios, con cliffhangers constantes que te darán muchas ganas de ver cómo sigue la historia. Todo muy atrapante e intrigante, con muy buenos giros en la trama.

En cuanto al elenco, los nombres más relevantes son el de Ellen Page (Vanya), Tom Hopper (Luther) o Robert Sheehan (Klaus).

Ha tenido muy buenas reacciones por parte de la crítica, y ya se espera por una segunda temporada.